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Estos dos destinos reales componen la ficción, le dan forma Si Goethe no siguió los pasos de Jerusalén fue, acaso, porque encontró en la escritura un remedio... Y quizá. Esperaba que los lectores asumieran de un modo similar su novela, como terapia contra la melancolía, digamos, pero el mal de Werther o la Fiebre Wertheriana se convirtió a finales del siglo XVIII europeo en un fenómeno social hasta cierto punto inmanejable, que iba desde la forma de vestir (chaleco amarillo, frac azul) hasta ciertos registros emocionales compartidos.

WERTHER. PRÓLOGO DE ALEJANDRO TOLEDO

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  • JOHANN W. GOETHE

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